Los trackers son software que trabajan de forma oculta dentro de una aplicación para recopilar, almacenar y compartir información sobre los usuarios en Internet.
De esta manera, estos operadores reportan datos, como el tiempo que el usuario pasa en dicha aplicación, los botones que se pulsan y toda la actividad que se registre.
Algunos trackers hacen un seguimiento de la lectura pasiva del usuario con el firme propósito de ofrecerle publicidad personalizada.
Estos software son noticia regularmente, pero hoy en día se han puesto de moda por la denuncia de que Wordle, el popular juego de palaras que fue comprado por el New York Times, ahora posee un puñado de ellos en la versión en inglés, de acuerdo al descubrimiento de algunos aficionados.
Para los usuarios de Wordle podría ser habitual que, al entrar en Amazon o AliExpress, aparezcan búsquedas relacionadas cuando jugaba una partida.
Es común que este tipo de software sea usado en el desarrollo de sitios web y aplicaciones móviles, lo negativo es que pocas veces se informa al usuario de la inclusión y lo que significa. Los mencionan en los términos y servicios están ocultos en menús de ajustes o escondidos en términos de uso y servicio que nadie lee.
El estudio de la Universidad de Yale
Hace unos años, en la Universidad de Yale, en Estados Unidos, quedó en evidencia la red de trackers que hay en todo tipo de aplicaciones.
Por ejemplo, el estudio demostró que Spotify o Tinder tienen oculto Crashlytics, un tracker que se encarga de controlar cuándo hay un cierre inesperado en una app y qué ha ocurrido para que eso ocurra. Pero este software también sirve para posteriormente servir información comercial a los usuarios.
Todo ello sin que haya una notificación clara a quienes a diario usan la app.
Esa investigación analizó más de 300 aplicaciones para tener un informe completo de cómo funciona cada tracker. De esas, 75% tenían un operador de rastreo.
Cómo protegerse de los trackers
Los desarrolladores y las tiendas de aplicaciones pueden ser más claros en el caso de notificar qué tipo de trackers están incorporados y qué tipo de información recogen y comparten.
Eso es lo ideal, y lo que plantea la investigación realizada en la Universidad de Yale, en sus conclusiones. Pero no parece que haya ni siquiera una obligación legal para ello.
Mientras tanto, los usuarios tienen que tomar el control. Revisar bien los permisos que dan a las aplicaciones que descargan y los sitios web que visitan, y revocar aquellos que no les parezca. Generalmente la app funcionará sin problema.
Si no es posible, siempre está la opción de desinstalar la aplicación y buscar una alternativa, aunque esa tarea puede resultar imposible.