Una invasión a Taiwán por parte de China provocaría una inédita catástrofe tecnológica de consecuencias impredecibles.
Resulta que esa pequeña isla asiática frente a la costa de China, que algunos llaman Formosa, es la tierra de los semiconductores.
Dentro de sus más de 30 mil kilómetros cuadrados se fabrica el 65% de los chips y microchips que el mundo necesita para su tecnología.
Una invasión a Taiwán paralizaría la producción de estos pequeños pero valiosos elementos y con ellos colapsarían industrias tan importantes y complejas como la de la defensa o la automotriz.
Pero no son las únicas. Hay que sumar aviones, barcos, armas, computadoras, teléfonos, equipos médicos, industria aeroespacial, y la lista puede continuar.
Y es casi todo se fabrica hoy en día con semiconductores que provienen de Taiwán.
“En caso de uso de la fuerza militar o de una invasión, TSMC (la mayor fabricante de semiconductores del mundo) dejaría de ser operativa. Nuestras sofisticadas instalaciones de producción dependen de la conectividad en tiempo real con Europa, Japón y Estados Unidos”, sostuvo Mark Liu, CEO de la compañía.
Invasión a Taiwán y escasez de semiconductores
Desde 1986 la producción de semiconductores mundial no cubre la demanda creciente. Y con los años y los avances tecnológicos, la brecha se ha ensanchado.
La pandemia de COVID-19 complicó aún más el panorama, con la paralización de las economías asiáticas y la incapacidad de producir chips a gran escala.
A raíz de eso, hoy la escasez de semiconductores es por decir lo menos, insostenible. Grandes inversiones y proyectos para financiar fábricas (como intentó Donald Trump a su paso por la Casa Blanca) no han logrado aligerar la carga. Una invasión a Taiwán de parte de China, o la mera posibilidad de desestabilizar la isla puede traer consecuencias devastadoras para la humanidad. El avance tecnológico torcería su rumbo, sin que nadie aún pueda vislumbrar una salida clara.